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Mercados 25.08.25

POWELL ABRE LA PUERTA A UNA BAJA DE TASAS EN SEPTIEMBRE, PESE A LA INFLACIÓN EN ALZA

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El titular de la Reserva Federal, Jerome Powell, en su discurso de Jackson Hole sostuvo que podría considerar reducir las tasas a mediados de septiembre.

El presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell, sacó provecho de la atención privilegiada que concita el simposio anual de Jackson Hole. Y en su última visita oficial allí, y tácita despedida, vertió un mensaje claro para una audiencia ávida de definiciones. A pesar de la persistente alza de la inflación, el banco central de EEUU podría considerar una reducción de las tasas de interés en su próxima reunión del 16 y 17 de septiembre.

Aún cuando la entidad espera que la marcha de los precios – azuzada por la suba de aranceles – se aleje todavía más de la meta de 2% arrimándose de nuevo a 3%. La poda de tasas no es una decisión tomada, pero es una alternativa posible. Y, en función de las perspectivas de base que maneja la Fed y el “cambiante equilibrio de riesgos” que enfrenta, es un rumbo que podría necesitarse pronto. Y que se puede adoptar a la brevedad ya que la Reserva Federal estima que hoy la política monetaria opera en modo restrictivo.

Wall Street respondió con algarabía a las palabras medidas, y muy calculadas, de Powell. No dijo nada que los mercados no supieran. La decisión en concreto se tomará recién después de conocer la suerte de la inflación y el empleo de agosto. Fue más bien lo que no dijo lo que los alivió. Pese a que otros voceros oficiales, Beth Hammack de la Fed de Cleveland y Susan Collins de la de Boston, aparecieran trascartón para enfatizarlo. Collins remarcó que el banco central está dispuesto a considerar todas las opciones. Bajo ningún punto de vista, la baja de tasas debe verse como un hecho consumado. Hammack fue frontal y al grano: “Mi atención está totalmente centrada en la inflación. Estamos fallando de manera muy significativa en su control”. Esa coreografía con actores de reparto terminó de completar el mensaje.

Qué espera Wall Street

Wall Street lo interpretó así: la baja de tasas está al caer. El índice S&P 500 trepó 1,5%. El Dow Jones Industrial y el Nasdaq, 1,9%. Su atención pasó de inmediato de Jackson Hole a centrarse en no quedarse afuera de un rally que calentó sus motores por enésima vez. ¿Y las dudas sobre la bonanza de la inteligencia artificial y sus enormes inversiones (de recupero incierto) que tanto percutieron a lo largo de la semana? ¿Y los temores por las valuaciones récord de las empresas? La aspirina que insinuó Powell les robó el protagonismo. Y así los últimos pudieron por fin ser los primeros.

Las acciones de mayor riesgo, y las que militan en el pelotón de los rezagados, subieron más que las estrellas de siempre. El Russell 2000, la canasta de acciones de compañías pequeñas, avanzó 3,8% el viernes. Los fondos ETF dedicados a la construcción – un rubro altamente sensible a los avatares de la tasa de interés – resucitaron más de 5%, desde la ultratumba, como quien ve luz al final del túnel. Un único sector retrocedió: el consumo básico (-0,4%), un segmento defensivo por naturaleza. Y las acciones en alza sobrepasaron a las que registraron caídas en una proporción cercana a 10 a 1 en la Bolsa de Nueva York y superior a 5 a 1 en el Nasdaq. Este no fue el festejo de unos pocos.

En la reunión de política monetaria de julio, dos gobernadores – Chris Waller y Michelle Bowman – abogaron por un recorte de tasas de un cuarto de punto. Blandieron argumentos que Powell detalló ahora con prolijidad. La moción no prosperó. Tres semanas atrás, los nueve votos restantes – liderados por Powell – prefirieron no innovar. La discrepancia no se disolvió en el debate, como suele ser costumbre. Y se la dejó expresamente asentada por escrito. Son tiempos de alto voltaje político (y de frenesí en la renovación de autoridades).

¿Por qué la decisión podría cambiar en septiembre? Porque dos días después, con el parte laboral de julio, se conoció una información crucial. La creación mensual de empleo se redujo a 35 mil puestos netos el último trimestre vis à vis los 168 mil (promedio) del año pasado. Es verdad: la oferta de trabajo también se desaceleró y por eso la tasa de desempleo se mantiene estable entre 4% y 4,2% desde mayo de 2024. Que se entienda: es un umbral de pleno empleo, no una zona de emergencia.

Sin embargo, en este “equilibrio curioso” que se sostiene por la mutua desaceleración de la oferta y la demanda de trabajadores, los riesgos de que se agriete el mercado laboral se acrecientan. De materializarse dichos riesgos, admitió Powell (y antes que él, los disidentes Waller y Bowman), es probable que la situación se deteriore con suma rapidez. Un desenlace con un fuerte aumento de los despidos – y un salto de la desocupación – no puede descartarse.

Las Trumponomics 2.0 impusieron desde enero un shock estanflacionario – en sucesivas cuotas irregulares – que complica la ejecución de las tareas de la Fed. La política monetaria está tironeada por riesgos enfrentados. El de un enfriamiento súbito y drástico del empleo y la actividad, por un lado, y, en la vereda opuesta, el paralelo recalentamiento de la inflación (que desde 2021 orbita por encima de la meta de 2%).

Las limitaciones de la caja de herramientas son conocidas: dispone de un único instrumento – las tasas de corto plazo – tanto para la navegación como para la prevención de accidentes. En paralelo, su independencia sufre el asedio asfixiante del presidente Trump, cuya participación personal en las discusiones de política monetaria (desde la tribuna) es un sello distintivo. Como lo hacía el presidente Nixon en los tempranos años 70 en la antesala de la famosa Stagflation.

No terminó Powell de hablar en Jackson Hole, y Trump ya exigía la dimisión de la gobernadora Lisa Cook, convenientemente acusada de irregularidades en la tramitación de un par de hipotecas suyas, personales, por William Pulte, el titular de la agencia federal de financiación de la vivienda. Otra gobernadora, Adriana Kugler, se excusó de participar de la última reunión de la Fed y un par de días más tarde presentó su renuncia. Trump colocará allí a Stephen Miran, quien hoy regentea el Consejo Económico de Asesores de la Casa Blanca (previa aprobación del Senado).

Cook avisó que resistirá en su puesto y no se dejará amedrentar. Hará como Powell a quien Trump ya le advirtió que analiza iniciarle una causa por los costos de las refacciones en los edificios históricos de la Reserva Federal. El presidente quiere que la tasa de “fed funds” viaje de 4,5% a 1% en el menor tiempo posible. Y sabe que no conseguirá mucho con el elenco actual de la Fe. El mandato de Powell caduca en mayo y no se lo renovará. Pero la prisa es muy superior.

Lejos de desistir de su objetivo, Trump insistirá en cambiar el elenco y en usar la política fiscal como antídoto de la política monetaria. Esa es la función de Scott Bessent a cargo del Tesoro. Este veterano trader de monedas implementó una estrategia de ingeniería inversa que reproduce los efectos crediticios de una expansión de la hoja de balance de la Reserva Federal. Por la vía de no engrosar las emisiones de bonos – pese al aumento del déficit fiscal – y de reducir su volumen en circulación a través de sistemáticas recompras (lo que absorbe duración), la Administración consiguió anestesiar desde junio cualquier reacción adversa de las tasas largas. Anuló el celo de los llamados “bond vigilantes” quienes ya no vigilan los desvíos de la inflación como lo hacían antes. Pero para financiar el déficit y rolear sin contratiempos la deuda del Tesoro – apelando a un uso creciente de las letras de corto plazo – a Bessent le urge que la Fed baje las tasas y que lo haga con generosidad.

La palabra de Jerome Powell

Powell fue claro: la Fed descuenta una inflación en ascenso a caballo de la cruzada arancelaria que impulsa el presidente Trump. Y ya no cuenta con la colaboración de las tasas largas en la faena de contención. ¿Hay margen entonces para bajar las tasas? Sí. La política monetaria es restrictiva. Se la puede relajar en el margen sin que deje de resultar astringente. La tasa de “fed funds” se ubica en 4,5%. La tasa neutral – una variable estimada, no observable – ronda 3%. Powell juzga que la inflación núcleo – medida por el deflactor del consumo personal – subirá a 2,9% en julio. Como la Fed advierte una mudanza en la balanza de riesgos – con el “curioso equilibrio” del mercado laboral ganando relevancia en su radar – la baja de tasas podría necesitarse. Y se la puede adoptar si las expectativas de inflación, como hasta ahora, se mantienen impasibles y bien ancladas.

Esta es una decisión masticada, que se podría gestionar sin tensiones ni exabruptos, que es otro aspecto sensible que Powell querrá preservar hasta terminar su mandato. En septiembre, incluso por unanimidad. ¿Qué podría torcer este destino que los futuros de Chicago juzgaban casi una certeza una semana atrás y el viernes, tras Jackson Hole, ven 85% probable? Un salto brusco de la inflación de agosto; en especial, si las tasas largas rompen el cerco invisible que desvela al Tesoro. Si de Powell depende, es decir si no hay un motín exitoso a bordo, la Fed, en ese caso, permanecerá de brazos cruzados.

Sin otro destino ya que irse a su casa, la única satisfacción que podrá llevarse Powell consigo es la de haber obrado a conciencia según su leal saber y entender. Si Nixon es el espejo a mirar no querrá aparecer allí en el papel desafortunado de un nuevo Arthur Burns. En 2022 estuvo cerca de emularlo cuando, a instancias de mitigar los efectos del Covid, la inflación se disparó por encima de 7%. Pero la historia se revirtió poco después con el éxito de un aterrizaje suave a lo Paul Volcker, pero sin siquiera el trauma de una leve recesión. Trump no le dejará conducir la inflación de vuelta al redil de 2%. No se puede aspirar a todo. Eso sí, también en Jackson Hole, ratificó la vigencia de la meta de inflación en 2%, como valor estricto y no como promedio. Si eso fue un error, también lo corrigió.

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